Tráfico!
¡Tráfico!
Si podemos imaginar una palabra más conocida y temida por un caraqueño es ésta, tráfico, hacemos absolutamente todo lo posible, legal o ilegal para tratar de evitar encontrarnos con esa pesadilla, la cola, la temible, la inexorable, le eterna.
En Caracas cualquiera está acostumbrado a pasar dos o tres horas de tránsito lento y pesado para llegar a sus trabajos, y regresar a sus casas, se convierte en un evento de paciencia increíble que se observa entre todos los que habitan el estacionamiento de la avenida Libertador, la Cota Mil, la autopista del Este, el centro de Caracas en pleno...
Y es un ejercicio de paciencia que yo agoté hace casi veinte años cuando compré mi primera moto y me dí cuenta que era posible hacer cuatro diligencias en una mañana o una tarde, eso acabó para mi para siempre el gusto de los vehículos de cuatro ruedas, ese disgusto por los carros ha crecido hasta el momento, tengo un carro de 10 años de edad, viejo y cansado, pero como le dejo descansar 5 días a la semana no me siento con la necesidad de cambiarlo por nada distinto, ni mejor, total para mi sería lo mismo verlo cada día estacionado sin moverse hasta los sábados.
Los habitantes o sufrientes de esta Caracas tienen una carga bestial por la famosa cola, los sistemas de transporte público son una vergüenza, el metro inseguro, es imposible usar bicicletas o andar a pie en esta ciudad, en fin, el juego está trancado, inclusive hay días en que montado en la moto tengo que simplemente parar sin poder ir a ninguna parte porque no hay espacio entre los carros y los motorizados cercanos comentan -un día vamos a tener que irnos a pies nojoda-.
Es increíble que la salud mental del venezolano aguante tanto, nos matan en el tráfico, nos roban en el tráfico, nos vejan en el tráfico, pero nadie se queja, todos aguantan, veremos que pasa, como termina.
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